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TH n°120 PRISCILLIEN UN CHRÉTIEN NON CONFORMISTE. Doctrine et pratique du priscillianisme du IVe au VIIe siècle

TH n°120 PRISCILLIEN UN CHRÉTIEN NON CONFORMISTE. Doctrine et pratique du priscillianisme du IVe au VIIe siècle

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Date d'ajout : mercredi 08 février 2012

par CARTHAGINENSIA Instituto Teologico de Murcia

CARTHAGINENSIA, Instituto Teologico de Murcia, vol. XXVII, julio, diciembre, 2011, n° 52

Siguen siendo escasas las noticias que conocemos sobre Prisciliano, nacido hacia mitad del siglo IV, y activo hacia el 370, según las noticias de Sulpicio Severo (Chronica Il, 46-51) que conocía bien su trayectoria. A Prisciliano, a sus doctrinas y pensamiento, a su recorrido herético, y su permanencia hasta el siglo VI, dedica este estudio el prof. Sylvain J. G. Sanchez. El estudio es un planteamiento total sobre la cuestión de Priciliano, dividio en cuatro capítulos y una conclusión, que retoma algunas de sus investigaciones dedicadas a la tesis de doctorado, dedicada al mismo argumento, a la doctrina y la práctica del priscilianismo y cómo llegó a ser considerada una secta (cf. pp. 11-15). La introducción (pp. 21-27) traza el estado de la cuestión, el priscilianismo como fenómeno religioso más que social y su relación con las ideas gnósticas y maniqueas, pues se pregunta si Prisciliano es un gnóstico cristiano (cí. p. 22 pero la opinión de Jerónimo, Vir ill. 121 no parecía muy convencido). Las fuentes, es decir los Tratados de Würzburg (los once textos anónimos publicados por Shepss en 1898), las homilías, el Liber apologeticus y los testimonos de los canones conciliares (cf. p. 23), pero también las Constitutiones Apostolicae están presentes junto a los Statuta ecclesiae antiquae, para indicar las prácticas y rituales e igualmente fuentes maniqueas o la la posible influencia de tipo sgnóstico en ambos (cf. p. 25), así como las posibles fuentes arqueológicas, son indicadas como puntos de referencia para el perido de tiempo que studia, desde el 370 al 572, dos siglos de existencia, desde la denuncia de Higinio de Córdoba hasta la mención última en el concilio II de Braga.
La historia del priscilianismo es el argumento del capítulo 1 (pp. 29­61) con las primeras denuncias de magia, maniqueismo, por Hidacio de Mérida e Itacio de Ossonoba (Faro, Algarve, Portugal), y diusión del Liber apologéticus. El concilio de Zaragoza de 379 (no octubre de 380), indica la cuestión disciplinar y de prácticas religiosas referidas al ascetismó de Prisciliano (ayuno del domingo, reuniones fuera de la iglesias, la eucaristía llevada fuera de la celebración y otras) y el canon 7 que prohibe considerarse « doctor » de la Iglesia si no se tiene el título conferido, por lo que sus seguidores, los obispos Instancio y Salviano, deciden ordenar a su amigo Prisciliano obispo de Ávila (no la ciudad de Castilla, sino la de Lusitania), con todos los episodios de la defensa ante el decreto de Graciano y el viaje a Roma, y la Carta al Papa Dámaso (cf. p. 44-45) Y las divergencias para aceptar su confesión católica, también las cuestiones de Iglesia y Estado, o la difusión por las regiones de la Hispania así como las cartas entre Agustín y Consencio, con la oposición de otros obispos de Galicia, o el momento de su condena y ejecución en Tréveris (el año 285). Todos estos aspectos son introducidos en el amplio panorama trazado por el autor hasta concretar cuatro rasgos (p. 57-61) que van del Prisciliano asceta inconformista, pasando por su imagen de mártir perseguido injustamente o de herético convencido, dejando paso a la «maniqueizaci6n» como rasgo característico de matiz español.
Un segundo capítulo, mucho más extenso (pp. 62-149) estudia las fuentes del priscilianismo, tanto directas y por lo tanto sus escritos que dan una imagen favorable, como las que lo presentan como un heterodoxo. Entre las fuentes consideradas segúras, van sus escritos, el género y la posible autoría dentro del círculo priscilianista, las Cartas atribuidas y otros escritos que se atribuyen a Prisciliano en la edición de Schepss (Tractatus), los sermones. Las otras fuentes, inseguras (pp. 83ss) incluyen el De Trinitatefidei catholicae, considerado un anónimo priscilianista, la carta Pseudo Tito, el Apocalypsis Thomae, y los escritos atribuidos a discípulos (pp. 86-88). Las fuentes indirectas son la elbapración de la corriente antipriscilianista, con un catálogo completo de los adversarios del movimiento, un tentativo de rehabilitación, hasta las acusaciones del concilio I de Toledo (año 400), Paulino de Nola, Agustin, o Toribio de Astorga y León Magno, la Chronica gallica y Próspero de Aquitania, Genadio de Marsella, Hidacio de Chaves, que sigue la Chronica de Sulpicio Severo, todos los datoa posibles son reseñados con cuidado, para después elencar las acusaciones de herejía después del comeinzos del siglo VI. El último apartado del estudio de las fuentes está dedicado a su confrontación con el maniqueismo y las controversias arrianas (cf. p. 137ss) , aunque concluye que el origen del grupo no descubre desviaciones doctrinales (cf. p. 139), pero en la nota 260 se refiere al montanismo, con el que se encuentra relacionado en algunos puntos, sino una actitud segregacionista al márgen de la Iglesia y de la autoridad eclesiástica ordinaria en prácticas ascéticas, reuniones rituales y de oración y de tendencia secesionista al margen de las comunidades cristianas tradicionales (p. 140). Hay una difemcia entre el maniqueismo y el priscilianismo (p. 145s) y una pregunta sobre si es una forma de maniqueismo o de gnosticismo (p.l46s) a lo largo de su evolución en los dos siglos de su presencia y caracterización heresiológica.
La doctrina del movimiento es el argumento del capítulo 3 (pp. 150-264), capítulo central para comprender que el priscilianismo es una secta rigorista, pero de contenido doctrinal ortodoxo. Carácter sectario por su hejamiento de la jerarquía, y por su rigorismo moral cercana al maniqueismo y al gnosticismo, pero considera insuficiente tales rasgos caracerísticos, pues admite una relación con el maniqueismo (dualismo maniqueo), problemas trinitarios o sabelianismo, un sólo Dios - Cristo Dios - y emanaciones que no personas distintas, por lo tanto errores cristológicos (pp. 151-174), y de antropología teológica, pero también lejanía de las teorías maniqueas, al hablar de la creatio ex nihilo (cf. p. 187,189) contra el dualismo maniqueo, o en la creación del ser humano (cí. p. 191) aunque aparezcan rasgos de rigorismo ascético aunque no parece que Prisiciliano se refiera al pecado original (cf. p. 195). Sobre el origen divino del alma (cf. p. 201ss) parece que algunos seguidores la consideraba de ipsa substantia Dei, rasgo antimaniqueo, pero de raices platónicas, que el autor piensa cercano al pensamiento de Mario Victorino (Cf. p. 204). Las posiciones del priscilianismo sobre la astrologie parecen contrarias, pero mantiene que los astros están bajo el dominio de los demonios y que los astros influyen en los hombres por medio de los demonios, que tiene los nombres de la literatura apócrifa (pp. 239-251). Los ángeles, espíritus bienechores, inferiores a Cristo a quien adoran (p. 252) que aparecen asociados a los patriarcas, para liberar las almas, y con nombres de origen apócrifo y gnóstico (cf. pp. 254-25), manifiesta influencias bíblicas y un aprecio amplio de la literatura apócrifa.
El capítulo cuarto expone el trasfondo ideológico y cultural de Prisciliano (pp. 265-307), de forma breve como el mismo autor admite (cf. p. 306), desde la intensa referencia de Prisciliano a la Escritura, el Antiguo Testamento y los Evangelios, con marcado interés por las cartas paulinas, los Apócrifos que consideraba de uso aceptado, y el Libro de Henoc, buscando las relaciones con el maniqueismo (p. 282) Y el gnosticismo, considerándolo un hombre de cultura neoplatónica (cf. pp. 290­296), de los clásicos a través de Mario Victorino, lector de Hilario y con apectos procedentes de los estoicos. Esto da corno resultado un espíritu cultivado, pero no partidario de un sincretismo de tipo maniqueo o gnóstico (cf. p. 306), lo que llevaría a considerar a Prisciliano y su movimiento como rigoristas y de ahí le vendrían las acusaciones de dualismo sobre todo por las prácticas y las observancias.
El último capítulo (pp. 308-425) estudia la práctica cultual, la conducta religiosa, del movimiento, que es negativamente vista por los concilios de Zaragoza y de Toledo 1, es decir, que había abandonado el culto ordinario de la Iglesia, pero también con matices antijerárquicos. Pero es consciente de las dificultades de precisar lo que era el ascetismo priscilianista (p. 310ss) siguiendo la exposición de A. Goosens y concentrándose en las prácticas que les podrían asimilar a los maniqueos o gnósticos (bautismo, euscaristía, pobreza y limosna, ayuno pp. 312-318 de forma semejante a la práctica hispana). El encratismo y la renuncia al cuerpo y la carne, o la continencia están presentes en la práctica priscilianista, pero esposible que haya en esa tendencia algomás, el rechazo al matrimonio y la procreación y de consumir carne, tenddencias encratitas (pp. 328-332) con la referencia al pecado original, a la continencia y al celibato, la valoración del matrimonio y de la virginidad (pp. 332-347) parecen colocar a Prisciliano en la misma línea de la Iglesia del tiempo, excepto en las consideraciones sobre la abstinencia alimentaria de carne y vino, que tienen como propósito la moderación de las pasiones, pero sus motivaciones son distintas de las de lo maniqueos (p. 348ss). Las prácticas ocultas y secretas, el uso de la mentira del que eran acusados, « para ocultar lo que ellos tomaban por verdad », se explica por el recurso a una enseñanza de tipo exotérico o estérico reservada a los iniciados (cf. pp. 353-359), aunque el argumento tipo de las acusaciones heresiológicas, o el disimulo de la disciplina del secreto, eran una realidad entre ellos. Más dificil es la cuestión de la magía, de la teurgia y la invocación de los muertos con preparados para beber (p. 364), o los asupicios y harúspices, o simbolismos numéricos, amuletos, prácticas de mágia y hechicería. Todo ello lo expone el autor con detalles, y referencias puntuales y de posible explicación a partir de prácticas no encuadradas dentro de la práctica eclesial normal. Las prácticas comunitarias (pp. 387-417) son otro aspecto importante para comprender la práctica priscilianista, con sus grados de cristianos y la propuesta de una jerarquía espiritual de tendencia restringida a 10 privado según las reuniones semejantes a las domus ecclesiae. En las asambleas comunitarias, las mujeres desempeñaban un papel importante sobre todo los grupos de ascetas rigurosas (pp. 410ss), sin llegar a considerarlas ordenadas aunque algunos grupos tuvieran una mayor interención en ritos propios.
Las conclusiones p'\Iecen equilibradas y aceptables, pues Prisciliano conoce las comentes maniqueas, y el fondo filosófico común al gnosticismo y al encratismo, pero no es maniqueo, ni gnóstico, aunque queda un poco la duda de si proponía alguna de las formas de abstiencia del encratismo, según el autor no, como se desprende de las conclusiones (pp. 426-450) después de haber precisado el uso de algunos términos usados por los autores patrísticos : herejía, secta, cisma. La calificación maniquea es un estereotipo, aplicado de forma genérica (pp. 435-437) para darle un color más herético como muestra la carta de León Magno a Toribio. La evolución del priscilianismo depende de la evaluación de las investigaciones, pero la tendencia actual es a considerarlo ortodoxo en sus Tratados, pero en la actuación muestra que es creador de una secta (según Max Weber, o un ideal sectario en una práctica de tipo elitista ; pero quizá sea excesivo decir que los obispos de la Hispania de entonces rechazaron una reforma que les vendría propuesta desde fuera, de una instancia crismática de tipo personal o sectario.
El estudio es verdaderamente significativo y sin duda será un punto de referencia para todos los estudios posteriores. La Bibliografía detallada y atenta (ocupa dieciséis páginas), el glosrio y los índices completan este importante ensayo sobre Prisciliano y el pricilianismo, que todo los interesados leerán con provecho y más los interesados en la historia de la Iglesia en la España antigua.


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